La globalización nos encausó en un camino sinuoso y complejo de conectividad. La liberalización legal de los mercados de bienes y de capitales se ha complementado y viabilizado por un flujo de mano obra aún ilegal. Vivimos en un mundo más interconectado, más nómada y más dinámico. Desde la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos no había recibido tanta migración como en los últimos años. España, la economía más dinámica de la Unión Europea, se ha convertido en el segundo país más receptor de migrantes; lo que colocó al tema migratorio como uno los importantes puntos de confrontación entre los candidatos del PSOE y del PP en las pasadas elecciones generales. En los últimos años la expansión económica de países que no habían conocido la migración los ha convertido en receptores, como China e Irlanda. Según estimaciones, las migraciones por refugiados, por personas que buscan un mejor futuro laboral o por desplazados de crisis alimentarias y sequías (ligadas al cambio climático) alcanzaron en 2008 un total de 200 millones de seres humanos, el 3% de la población global. La ONU estima que el grueso de inmigrantes en el planeta se duplicó con creces en los últimos 40 años. Esta liberalización en muchas ocasiones ha rebasado los marcos jurídicos y laborales de los países receptores. Sus gobiernos han respondido al fenómeno tratando de imponer barreras a la migración, criminalizando a los inmigrantes y haciendo uso de nuevas tecnologías para disminuir el flujo. Sin embargo, y a pesar de la férrea oposición vigente, esta postura de los países ricos está condenada a cambiar. Y aquella condena, dulce para algunos y amarga para otros, se debe a las tendencias demográficas de los países desarrollados y similares empobrecidos. La población de los países más ricos para el año 2005 era de mil 208 millones, con tasas anuales de crecimiento cercanas a 0.25%. Según las Naciones Unidas, alcanzará mil 242 millones en 2029, año en que comenzará a registrar tasas de crecimiento negativas, hasta reducirse a mil 220 millones en 2050. Sus niveles de fecundidad actuales se sitúan en 1.6 hijos por mujer, muy por debajo del número necesario para lograr el “reemplazo generacional” (que es de 2.1 hijos). Sus esperanzas de vida (76 años de promedio) son las más elevadas del planeta. En contraste los países menos desarrollados mantienen una tasa anual de 2.4%. Su población es de aproximadamente 753 millones de personas y se estima que llegarán a la mitad de este siglo a mil 374 millones. Su nivel de fecundidad es el más alto del planeta, con una tasa de fecundidad promedio de 5.1 hijos por mujer. A su vez, registran las menores esperanzas de vida (un promedio de 49.6 años). La migración al primer mundo ha traído grandes beneficios, de no ser por el flujo de ilegales del tercer mundo las tasas de natalidad de las naciones desarrolladas ya estaría en picada. Además ha inyectado un bono demográfico de población joven y laboralmente activa muy necesitada por las economías de los países ricos. Varias economías desarrolladas no podrían operar sin mano de obra proveniente del exterior. El 85% de la población de los Emiratos Árabes es de origen extranjero. En Estados Unidos entre el 10 y el 15% de la población empleada nació afuera del país. La mitad de los empleos creados anualmente en el Reino Unido son cubiertos por inmigrantes. Si el libre flujo de bienes y de capital enriqueció el mundo también lo ha hecho la migración, pero además esta última ha permitido el acceso a la riqueza sea más ecuánime (vía las remesas y el derrame económico que éstas generan en los países receptores). En un futuro cercano la migración cobrará dimensiones más importantes para la estabilidad mundial, con el cambio climático millares de personas se verán obligadas a emigrar, tanto los gobiernos nacionales como la comunidad internacional deberán encontrar la forma de dar cabida a estos desplazamientos, de no hacerlo la estabilidad mundial estará en peligro. Por ello los discursos nacionalistas predicados por facciones radicales de los sistemas políticos del primer mundo representan una gran amenaza para este tema, ya que lo empañan con matices xenófobos que no dan soluciones genuinas a esta negada realidad.
viernes, 26 de febrero de 2010
jueves, 25 de febrero de 2010
Por un Ingreso Universal
La pobreza viene acompañada de la vulnerabilidad. Inmoviliza al espíritu más errante, esclaviza al menos libre y, como si esto fuese poco, pone en riesgo la vida misma (fragmento del artículo Pobreza y Cambio Climático).
¿Qué hacer con la pobreza en el amanecer del siglo XXI? ¿Cómo podremos aliviar esta condición que afecta a mil millones cuatrocientas mil personas que viven con menos de un dólar con veinticinco centavos al día? ¿Cómo podemos empoderar a los más excluidos para hacer frente a un futuro de vulnerabilidad marcada por el cambio climático? Una de las ideas más innovadoras e interesantes viene por el flanco de los derechos humanos; la idea sería instaurar un Ingreso Básico Universal (IBU) para todas las personas menores de 60 años. Este costeable ingreso sería una transferencia no condicionada, lo que rompe con los esquemas de apoyo exitosos como Oportunidades en México y Bolsa Familia en Brasil. Con su instauración la condición humana estaría acompañada del derecho a un ingreso, un faltante que se ha mostrado apremiante en estas últimas décadas. Además sería un instrumento de empoderamiento, una herramienta con la que cuenten los más pobres del planeta para escapar al ciclo vicioso que no les permite escapar a las privaciones que los aquejan. Sin embargo los detractores del IBU tienen lúcidos argumentos: un ingreso garantizado y no condicionado podría conllevar a un mal manejo de los recursos (mal invertir en nutrición o gastarlo sin fines productivos) y a incentivar el desempleo entre los más desposeídos. Sin embargo ya existen respuestas a esas críticas provenientes de África, en específico de Namibia. Una coalición a favor del BIG (por las siglas en inglés de Basic Income Grant) integrada por Organizaciones de la Sociedad Civil (OSCs), iglesias y sindicatos se dieron a la tarea de sacar esta idea de la izquierda cosmopolita y globalizada para implementarla en una pauperizada comunidad de Otjivero-Omitara. Ahí el IBU sería puesto a prueba en un programa piloto y sus resultados publicados en 2009 fueron sorprendentes. Desde 2008 todos los habitantes por debajo de los sesenta años de edad (930 en total) recibirían el equivalente en moneda local a $13 dólares americanos mensualmente durante dos años. Los beneficiarios menores de 21 recibían la ayuda por medio de un pariente, sobre todo las madres. A cada uno se le abrió una cuenta bancaria para depositarles, lo que representó garantizarles el acceso a los servicios financieros como la obtención de créditos, factores clave para abatir las llamadas trampas de pobreza. Se instaló a su vez un consejo comunitario que regularía los aspectos comunes de la obtención del Ingreso. Este órgano determinó que, ante los altos índices de alcoholismo en la comunidad, sería necesario cerrar locales donde se vendieran bebidas embriagantes el día de la repartición del IBU. Para el sondeo del año pasado el porcentaje de población empleada (por terceros o proyectos productivos propios) aumentó de 44 a 55 por ciento. La tasa de desnutrición infantil cayó de 42 a 10 por ciento, factor que incidió positivamente en la matrícula escolar (las tasas de deserción disminuyeron de entre 30 y 40 a 5%). La delincuencia se desplomó en 42 puntos porcentuales y no se encontraron evidencias de un aumento del alcoholismo en la comunidad. Los crímenes relacionados a la pobreza cayeron un 11%. Para noviembre de 2007 sólo el 50% de los hogares contaban con electricidad, para julio de 2008 habían aumentado a 72%. Los habitantes que no presentaban problemas de pobreza alimentaria aumentaron de 20 a 60% acompañado por una marcada mejora de los hábitos alimenticios. Los rendimientos originales del IBU ($13 USD) aumentaron hasta $19.40 dólares, lo que demuestra la creación de un ciclo económico virtuoso a raíz del programa. Estas cifras demuestran como el ingreso, concebido como un derecho humano, podría cambiar la cara de la pobreza global. Y pronto veremos que su implementación no es sólo conveniente sino que es económicamente muy viable.
lunes, 22 de febrero de 2010
Para recuperar Juárez
Juárez actualmente es la ciudad más violenta del planeta donde no se está desarrollando un conflicto bélico. En 2009 2 mil 660 personas fueron asesinadas en la capital de Chihuahua, muestra de la violencia desbordada que sufre la quinta ciudad más grande de nuestro país. Así esta metrópoli fronteriza se ha convertido en un ícono de la guerra contra el narco, de su brutalidad y de lo distante que aún se vislumbra algún tipo de victoria. Recuperar Juárez representaría, para el actual gobierno y para nuestra sociedad, una victoria importante en la batalla por la recuperación del espacio público en México. En 2008 la administración del Presidente Calderón envío un contingente de 10 mil efectivos del Ejército, reforzando la línea de acción coercitiva en respuesta a la irrupción del Cártel de Sinaloa en el estado para apropiarse de aquella importante plaza de tráfico. Evidentemente la fuerza ha resultado insuficiente para recuperar Ciudad Juárez. La tasa nacional es de 10 homicidios por cada 100 mil habitantes, Venezuela tiene 48, Colombia 37 y Brasil 25. Chihuahua presenta 143 homicidios por cada 100 mil habitantes. Es necesario implementar un programa global que, sin perder de vista la importancia de la coerción, atiendan los grandes pendientes sociales que aquejan a la ciudad. Aproximadamente 80,000 jóvenes juarenses están desempleados o no cuentan con acceso a la educación, por lo que la única alternativa que se les presenta es el sicariato. Con más de 300 maquilas, el sector manufacturero representa aproximadamente el 45% del Producto Interno Bruto (PIB) del estado de Chihuahua. La crisis económica con su epicentro en Estados Unidos afectó especialmente al sector maquilador de la ciudad que creó varias fuentes de empleo a mediados de los noventa. Esto estimuló la migración e incentivó a una generación de jóvenes a abandonar sus estudios ante la oportunidad de conseguir un trabajo. En 2000 había registrados 264 mil 700 trabajadores en la industria maquiladora de Juárez, y para 2008 ya habían desaparecido casi 25 mil empleos. En 2009 ochenta y dos maquiladores entraron en paro (25 por ciento de las 330 existentes) lo que afectó a más de 35 mil empleos directos del sector. Se calcula otros 10 mil trabajos secundarios ligados a la maquila como proveedores y transportistas se perdieron. Pero el ejemplo de Juárez lanza señales preocupantes sobre nuestro panorama nacional. La crisis afectó profundamente a los jóvenes de todo el país. A finales del 2009 el INEGI reportó 3.5 millones de personas desempleadas, de las cuales aproximadamente 2 millones eran jóvenes. Estas omisiones sólo fortalecen al crimen organizado engrosando sus canteras. Se estima que de los 8 millones de jóvenes que no figuran en los registros gubernamentales 4 están expuestos directamente a involucrarse en las redes del crimen organizado. Volvamos a Juárez. Siendo una plaza vital para el trasiego de drogas a EEUU, es necesario aplicar una política integral de tratamiento a adictos en Ciudad Juárez. De acuerdo a los estimados hay 49 mil adictos en la capital de Chihuahua y la infraestructura existente sólo permite tratar a unas cinco mil. El noventa por ciento restante no recibe ayuda alguna. Si queremos aliviar a Juárez nuestro gobierno debe ofrecer oportunidades educativas y laborales a sus jóvenes. También se debe apoyar la creación de lugares comunes de convivencia que ofrezcan alternativa al involucramiento en las mafias. Nuestro Ejército no puede y no debe irse de la capital de Chihuahua. Pero eso no quiere decir que no exista política social que complemente su presencia. Sólo con este binomio recuperaremos Juárez.
sábado, 20 de febrero de 2010
Los Restos de Copenhague
Las derrotas jamás son totales. En los escombros de lo perdido siempre podremos encontrar vestigios de victorias aquellas marcas imborrables de los éxitos que, por más pequeños que sean, siempre estarán allí como una cicatriz en la infinidad de la construcción del tiempo. Y aunque tendemos al melodrama de la totalidad, aquella inercia que nos guía al derrotismo más profundo o al delirio de la victoria más abrumante, estos dos estados siempre se manifestarán a medias tintas. Esto aplica a la Cumbre de Copenhague aquél encuentro de las naciones que tenían la épica tarea de reemplazar el Protocolo de Kioto con un nuevo tratado global que vinculase a las potencias globales, a las emergentes y a los países pobres en un compromiso para disminuir sus emisiones de CO2 evitando un cambio climático catastrófico más adelante en este siglo. La Cumbre fracasó en esta aspiración y el tratado emanado de ésta fue tachado como una abrumante derrota. Y aunque en base a esta aspiración sin lugar a duda lo fue, algo se logró de este encuentro global. Las naciones se comprometieron, si ningún tratado de por medio, a bajar sus emisiones de bióxido de carbono lo más posible. La suma de esa reducción no basta. Con los niveles actuales existe el riesgo de aumentar las temperaturas entre 1.7 y 4.7°C en 90% para 2100. El límite impuesto era de 2°C hacia finales de este siglo. Esta insuficiencia es sin lugar a duda una derrota. Pero antes de la cumbre las reducciones totales de emisiones globales eran de 3.6 miles de millones de toneladas de CO2. Tras la cumbre aumentó a 5 mil millones de toneladas. 4.2 de ese ahorro será contribución de los países en desarrollo. Esto representa un aumento de dos tercios previo a Copenhague. La mayoría de esta reducción proviene de planes relativamente baratos de reducción de emisiones implementados principalmente por Brasil e Indonesia. La deforestación contribuye al 20% de las emisiones de CO2 anuales. La voluntad de las naciones en subdesarrollo se manifestó en la Cumbre y representa una pequeña victoria que nadie percibió. El problema recae en los países ricos, sobretodo EEUU. Los norteamericanos deben aprobar pronto un sistema de gravámenes sobre sus emisiones, lo que traería consigo una participación mayor de China y un aumento en la reducción de la Unión Europea. Detener la deforestación es una medida más costeable y de alto impacto para abatir el cambio climático, el problema es que no resulta sostenible. De tener éxito las tasas de deforestación podría llegar a cero para 2030. De no tomar otras medidas paliativas las emisiones de otros causantes podría aumentar y las soluciones se volverán más difíciles de implementar (como llevar al sector eléctrico a una transición de la generación de energía por medio de carbón hacia fuentes nucleares). A pesar de estos retos hubo pequeñas victorias en la gran derrota danesa. Pero para encontrarlas primero hay que buscar en el monolito derrotista que a veces nos ciega.
Para aunar más:
Dinero, por árboles
Hacia mediados de siglo
Una cuestión de población
Pobreza y cambio climático
Los olvidados y la energía
Dinero por árboles, en la práctica
jueves, 18 de febrero de 2010
Por la adopción gay
La lucha entorno a los matrimonios gays y la posibilidad de adopción en la Ciudad de México ha desatado un enfrentamiento a escala nacional. La Procuraduría General de la República (PGR), aburrida de perseguir a Los Zetas y a los demás cárteles de traficantes, ha presentado una controversia constitucional ante la Suprema Corte. Los gobernadores de Jalisco, Guanajuato, Morelos, Sonora y Tlaxcala (todos panistas) se unieron a la Procuraduría y, atropellando la soberanía de nuestra ciudad proveniente del pacto federal, presentaron sus diversas controversias. Lo que se está enfrentando aquí son dos visiones de entender los derechos civiles de los ciudadanos mexicanos y sus alcances. La concepción de la familia de la derecha (monolítica, heterosexual y católica) choca totalmente con la idea liberal de los derechos de los homosexuales, pero eso no justifica la calidad del debate. Los argumentos de ambos bandos han brillado por la ausencia de fundamentos científicos. Esto no debe sorprendernos de nuestra clase política. La derecha se escuda en el intangible “trauma” que sufrirán los hijos de las parejas homosexuales, mientras que la izquierda se laurea con la vacía etiqueta de ser “progresista” ¿Qué le ocurre realmente a los hijos adoptados por parejas del mismo sexo? ¿Cómo se desarrollan sus vidas? Para nuestra suerte el vecino del norte tiene experiencia en el tema y eso en este momento puede darnos respuestas importantes. La cuestión reside en elevar el debate del plano ideológico y de la laicidad del Estado para responder que es lo que realmente le ocurre a los niños en esta situación. En Estados Unidos los primeros estudios estadísticos del tema comenzaron de forma muy incipiente en la década de los setenta. Cuatro décadas después la cantidad de información recopilada ha crecido. Primero, y para alivio del clero y los panistas, no todas las parejas homosexuales de EEUU han optado históricamente por adoptar. Actualmente 1 de cada 5 parejas homosexuales de hombres están criando hijos y 1 de cada 3 de mujeres. Esta tendencia ocurre en un país mucho más acaudalado que el nuestro y, tomando en cuenta la demanda económica que requiere criar hijos, no podemos esperar que varíe mucho en México. Segundo una profesora de la Universidad de Clark Abbie E. Goldberg estudió una muestra de hijos de parejas homosexuales de más de 100 investigaciones académicas (cada una con entre 30 y 150 niños y niñas estudiados). Los resultados resultan reveladores. De acuerdo a la profesora Goldberg los hijos de parejas homosexuales no muestran una tendencia mayor a padecimientos psiquiátricos que sus pares de hogares heterosexuales. En su desempeño escolar no tienen problemas de socialización como teorizan varios defensores de los dogmas conservadores. Tanto de hogares de mujeres como de hombres, no se detectó confusión sexual alguna de los hijos al entrar a la edad adulta. Cincuenta y dos por ciento de las hijas de las parejas de lesbianas demuestran una clara tendencia a aspirar por profesiones de hombres como abogados o doctores, a diferencia del 21% proveniente de hogares heterosexuales. El 95% de los niños de hogares tradicionales y homosexuales optan por trabajos tradicionalmente atribuidos a su género. En la adultez demuestran una tendencia a involucrarse más en actividades laborales socialmente responsables y tienen más amistades homosexuales. Estos son los datos estadísticos recabados hasta el momento en la materia. Los hijos de las parejas homosexuales no son socialmente aislados o afectados de alguna forma por su ambiente familiar. Todo lo demás que se argumente son ideas sin sustento alguno y que están condicionadas por el dogmatismo. Los homosexuales deben tener el derecho de adoptar. Simple y llanamente no hay pruebas científicas en contra.
martes, 16 de febrero de 2010
There Will be Blood: Una analogía del siglo XX
¿Cuál fue la sangre del siglo XX? ¿Qué fue lo que le dio vida a un siglo contradictorio, lleno tanto de infamias como de avances? El director Paul Thomas Anderson nos da una respuesta en forma de un clásico cuyos matices son prácticamente infinitos: There Will be Blood. Esta película nos cuenta la historia de Daniel Plainview, un visionario empresario petrolero que desarrolla una serie de yacimientos en un desierto californiano con el amanecer del último siglo. En este protagonista, creación épica y magistral de uno de los mejores actores del mundo Daniel Day-Lewis, se puede vislumbrar el comienzo de un siglo marcado por un progreso cegado por el resentimiento y la frialdad estadística más congelante. Desde el comienzo de la película Anderson nos presenta a Plainview escarbando crudo en un pozo que asemeja una cloaca, una forma muy directa y a la vez conceptual de exponer los orígenes de los héroes históricos del empresariado moderno. Todas las relaciones de los personajes de este film rememoran historias bíblicas de traición, abandono, odio y la lucha del bien contra el mal. Lewis da vida a un protagonista que es un ejemplo vivo del capitalismo más salvaje y despiadado: Plainview utiliza a su hijo adoptado HW para vender su empresa como un negocio familiar, lo abandona una vez que le deja de servir y asesina a un hermano escudado en una percepción muy torcida de la traición. PT Anderson aborda la película como un director clásico, cada secuencia es compleja y tirada a un cuadro, escapando a aquella escuela de edición frenética que está tan en boga hoy en día. La evolución de Daniel Plainview como personaje es sutil y demanda a espectadores con aquella paciencia que exige la verdadera belleza. Tras un accidente que sufre el hijo, su padre no lo auxilia, en vez se queda viendo con una codicia combinada con lujuria un yacimiento en llamas. La mirada fija de Lewis lo dice todo: hay petróleo y lo demás no importa. Otra secuencia como ésta involucra al rencuentro de Plainview con HW, en el que el niño golpea con desesperación al hombre que lo mandó a un exilio. Estos son sólo dos ejemplos de cómo el director de Boogie Nights y Magnolia nos exige encontrar respuestas detrás de la sutileza. Cada momento épico de esta enorme realización está acompañado de un soundtrack desgarrador elaborado por Jonny Greenwood de Radiohead, demostrando la versatilidad de uno de los músicos más importantes de las últimas décadas. Así la película avanza de la mano de Daniel Plainview y su descenso hacia el averno del progreso, a la riqueza más acaudalada para terminar en la soledad más oscura. Sus proporciones son épicas y sus aristas lo ubican en aquella clasificación de clásico en la que entra la saga de El Padrino o Casa Blanca. Y en eso reside su más grande logro: como espectador uno puede acabar encantado por la realización impecable, la fotografía, las relaciones familiares de los personajes, la significancia histórica o la actuación de Daniel Day-Lewis. Esta lista podría continuar. Y esta diversidad es lo que hace un clásico, cualquier individuo puede hacerlo suyo y encontrar nichos propios en su inagotable océano de matices. Es una historia oscura de codicia, riqueza, odio y abandono. Nos expone constantemente a lo peor que puede salir de la condición humana. Y nos explica, por medio la saga de un hombre, la historia de la sangre que dio vida al siglo XX, aquél oscuro líquido que nos llevaría a los cien años más violentos en nuestra historia. El saldo fue la pérdida de aproximadamente 160 millones de vidas producto de conflictos bélicos.
Como un extra anexo a Quentin Tarantino comentando la película:
jueves, 11 de febrero de 2010
La izquierda y la derecha en México: nacionalismo y perdición
Hace unos días publiqué en La Tragedia una crítica de dos partes (aún inconclusa) de mi opinión sobre el movimiento obradorista, sus contradicciones y sus perturbantes acercamientos con el autoritarismo. De ahí, y antes de continuar con la serie, me ha surgido la necesidad de crear una suerte de balance; no quiero que este espacio sea catalogado en los obtusos parámetros de las ideologías (***). Por ello quiero hacer un ejercicio que le proporcione a La Tragedia un cierto blindaje de inalcanzable imparcialidad. Y para ello este artículo hablará de las coincidencias que han hecho de la izquierda y de la derecha en este país dos idiosincrasias anacrónicas y desgastadas para comprender nuestra realidad. Y para ello debemos huir de los incontables puntos de desencuentro y concentrarnos en la gran coincidencia de ambos espectros ideológicos en México: el nacionalismo. En nuestro país subsiste, con una vigencia corrosiva, un nacionalismo de antaño que merma la visión de todo el aparato político. La izquierda (con una contradictoria e innegable influencia externa, proveniente principalmente del experimento fallido cubano y su similar en trámite Venezuela) defiende un discurso nacionalista relacionado al populismo y al estatismo. Mientras tanto la derecha acota nuestro incierto y lúgubre destino como país a otro ícono del nacionalismo: la familia. Las amenazas externas a esta unidad primordial como la laicidad y la homosexualidad nublan a la derecha mexicana de lo que es su peor omisión: la defensa de oligarquías monopólicas y las medidas que deberían insertar a México en el mejor lugar posible de la globalización. Así la derecha mexicana se ahoga en estas contradicciones de apertura y cerrazón, de libre competencia pero con monopolios. Su idea acotada de la moralidad católica la lleva a ignorar estos grandes faltantes en su accionar político. Las amenazas a esta familia "sagrada" y "nacional" provienen de las ideas progresistas externas, lo que los ha impulsado a una férrea defensa de los valores inherentemente mexicanos (reducidos a un cuerpo de normas e ideas, lo que resulta imposible con una país tan poblado, tan diverso y tan plural como México). Mientras tanto la izquierda irónicamente peca del mismo problema. Como dijo Roger Bartra, autoridad intelectual y hombre histórico de izquierda, la ideología de los desposeídos presenta un proyecto vagamente anticapitalista, medianamente xenófobo y a favor de un control estatal fuerte, lo que finalmente cae en la defensa de un modelo monopólico pero bajo otra rectoría. Mientras tanto países de nuestra región como Brasil y Chile han cortado sus raíces nacionalistas para abordar un proyecto nacional genuinamente progresivo y coherente con la realidad globalizada en la que vivimos. México, con su derecha e izquierda perdidas en el nacionalismo, está rezagándose cada vez más.
martes, 9 de febrero de 2010
Contra la Tiranía del Automóvil
El progreso, bajo el enfoque de la Ilustración, era un proceso lineal en que los beneficios se cultivaban y manifestaban uno tras otro. Sin embargo en pleno siglo XXI empezamos a palpar las complejidades del progreso y sus aristas, lo que lo ubica más allá de una simple carrera hacia una panacea tan intangible como inalcanzable. El progreso ha traído consigo tanto avances como retrocesos, solucionando problemáticas de ciertas áreas pero generando nuevos retos en otras. La Revolución Industrial trajo consigo un auge desconocido para el hombre, sin embargo las vicisitudes del progreso fueron acompañadas de una degradación ambiental de escalas épicas, lo que se ha convertido en una contingencia global. En 2008 la humanidad alcanzó un punto histórico en aquél imperfecto proceso de progresar: la mitad de nosotros habitaba en núcleos urbanos y la otra mitad en el campo. A partir de este año la humanidad se ha encaminado en un proceso inevitable de urbanización, de ahora en adelante la mayoría de nosotros viviremos en grandes ciudades. Bajo las tendencias migratorias ciudad-campo actuales en 2030 el 60% de la humanidad habitará en núcleos urbanos, y de acuerdo a la ONU la mayoría de este crecimiento se concentrará en las metrópolis de los países en desarrollo. Esto acarrea beneficios, como el aumento de la actividad productiva, del ocio y la cultura y una integración mayor de las mujeres en la toma de decisiones colectivas. Pero también nos enfrenta a nuevos retos. Ciudades más pobladas –bajo muchas de nuestras prácticas escudadas por el status quo- equivalen a una degradación sostenida de la calidad de vida, del medio ambiente y los ecosistemas en las que se encuentran. La cuestión reside en cambiar las reglas del juego, privilegiando la sustentabilidad colectiva sobre los intereses particulares. Y esto nos lleva por una inercia inevitable a hablar de uno de los íconos del progreso en la modernidad: el automóvil. En la Ciudad de México los autos son el origen del 82% de la contaminación atmosférica (lo que equivale a 3.2 millones de toneladas de emisiones contaminantes al año) representando sólo el 33% de todos los viajes que se realizan en nuestra metrópoli día con día. En el Distrito Federal esta tiranía minoritaria afecta a la amplia mayoría de la población moldeando nuestro paisaje urbano (privilegiando las grandes arterias viales por encima de las ciclopistas, las zonas peatonales y los parques), aumentando los niveles de estrés, degradando la calidad de vida y la del medio ambiente. Además de ser minoritaria, esta tiranía también es transgeneracional, ya que pasará factura a los futuros ciudadanos de esta gran ciudad. Más de una tercera parte de toda la superficie urbana es para automóviles, prueba numérica de esta tiranía minoritaria. En el año 2000 había 680 automóviles por kilómetro cuadrado para 2006 esta relación aumentó a 884. Esta proliferación, minoritaria pero insostenible, de vehículos se debe a un subsidio anacrónico y contraproducente que nuestro gobierno sostiene sobre la gasolina. En México el precio del litro es de 65 centavos de dólar, mientras que en Brasil cuesta 126 y en Francia 152. Con este precio controlado artificialmente tener un coche en nuestra atestada ciudad resulta muy redituable y el conductor no asume los costos reales de su vehículo. El subsidio, que coopera para día con día asfixiar al DF, equivalió a prácticamente 130 mil millones de pesos en 2009 y en 2008 representó el 10% del Producto Interno Bruto. Y esta distorsión, como todas las que imperan en México, beneficia a la porción poblacional más acaudalada: el 20% de la población con mayores ingresos es propietaria del 50% del total de los vehículos privados de nuestra capital. Acabar con el subsidio sobre la gasolina es sólo una de múltiples medidas que deben aplicarse para dar solución a este enorme pendiente. Urge un impuesto de carbono que transfiera el costo de las emisiones a los individuos. Este instrumento castigaría a los que optan por utilizar vehículos monstruosos y contaminantes (como las Hummers y SUVs) e incentivaría a ocupar alternativas más verdes. El GDF debe, como parte de una política integral de recuperación del espacio público, jugar un papel más protagónico en el transporte de la ciudad. Sólo 30% de los viajes diarios que se hacen en la capital a diario son por medio de la red de transporte público gubernamental (metro, autobuses RTP, Tren Ligero, Metrobús etc.), esta cobertura debe ampliarse. Sólo así recuperaremos el espacio público de la tiranía del automóvil.
Para aunar más:
Por un DF más humano
jueves, 4 de febrero de 2010
Los Obradoristas Pt.II
Pero no es sólo la agenda de AMLO hacia los medios que esta nublada por una bruma en la que se respira de manera constante los aromas del autoritarismo. El movimiento quiere acabar con los bastiones sobrantes del antiguo régimen pero peca en la contradicción de heredar algunas de sus prácticas más notorias. El corporativismo y el acarreo son dos herramientas que el redentor tabasqueño utiliza de manera constante para hacer valer su causa política. Los taxis pantera, la credencialización de adultos mayores, los grupos invasores de ejidos… todos estas agrupaciones fueron movilizadas a voluntad del líder. Un movimiento que cuenta con el apoyo de figuras como Dolores Padierna y René Bejarano –operadores políticos de masas o mapaches- no puede laurearse de ser “ciudadano”. El cierre de Reforma, legítimo o no, fue una muestra del aparato corporativista que el GDF puso a disposición del obradorismo y además fue una medida con tintes profundamente autoritarios (en momentos peligrosamente mesiánicos recordando el slogan “Disculpe las molestias, estamos salvando a la democracia”). El corporativismo no es el único vínculo que comparte el movimiento con el Nacional Revolucionario de antaño. El más ferviente defensor del status quo en Pemex durante los intentos de reforma de 2008 fue el ex candidato presidencial del PRD. Bajo slogans anacrónicos como “el petróleo es nuestro” el movimiento pauperizo el proceso de reforma. Toda la clase política está enfocada a mantener el discurso nacionalista y dogmático en cuanto a nuestra paraestatal petrolera, cuando todos sus recursos se enfocan al gasto corriente de las tesorerías de los gobiernos locales y el federal. El petróleo en realidad es suyo pero nos lo venden nuestro y AMLO junto con el PRI se encargaron de empantanar un proceso de reforma que ha encaminado a Pemex hacia una quiebra inevitable ¿No debiera ser causa de la izquierda ir más allá del burdo argumento nacionalista y relacionar a Pemex con el desarrollo del país, en especial de los sectores más excluidos? Al parecer no. Y lo más grave del dogma energético es que se relaciona con el sistema fiscal que está negando la redistribución de la riqueza en nuestro país. El petróleo –más una maldición que la representación de la identidad nacional- ha mantenido en México un sistema fiscal injusto y limitado, lo que sostiene un aparato de subsidios que sólo benefician a los deciles más ricos de la población. Pero al movimiento de AMLO no parece importarle en lo más mínimo. En vez de plantear medidas tangibles que se tradujesen en un país menos dispar el cacique se enfocó a copiar a calca el discurso de Echeverría –con todo y la maravillosa xenofobia-: La derecha junto con consorcios extranjeros (léase inversionistas) querían robarse nuestro precioso hidrocarburo.
lunes, 1 de febrero de 2010
Los Obradoristas Pt. I
México es un país que carga con más lastres que el Pípila, aquél personaje de la historia oficial fantástica que abrió la Alhóndiga de Granaditas blindándose de los ataques españoles con una piedra gigante en su espalda. Los monopolios públicos y privados son aquellas cargas que están acabando con este raquítico país, condenando nuestro futuro colectivo por un status quo de subdesarrollo y disparidad. Estos titanes quedaron libres una vez quebrado el aparato del partido único, aquél Zeus institucional capaz de rotar al máximo mandatario cada seis años y cuya construcción histórica seguía la muy legítima lógica de unificar a una nación que se mantuvo por siglos como una nación africana actual (caciques, guerra civil y la falta absoluta de un poder central). El Revolucionario Institucional se gestó, creció y acabo por caer en la más rotunda decadencia. Con fechas que podemos localizar como naciones en un mapa el sistema de partido único sufrió grandes erosiones (1968, 1971, 1976, 1988…). En el 2000 comenzó la alternancia y con ello la liberalización de los titanes que en algún momento garantizaron estabilidad. Ahora cada uno defiende su trinchera y todos sabemos sus nombres: son los grandes sindicatos gubernamentales (SNTE, STPRM, SME) y los consorcios empresariales monopólicos (Televisa, Telmex). El estancamiento económico y político, el crecimiento de la pobreza y de la migración son sólo algunos de los resultados deleznables que sufrimos todos los mexicanos por compartir nuestro país con estos entes, estos lastres. Una parte de la población de nuestro país, que de acuerdo a toda cifra estadística –factor que repelen y niegan- son minoría, cree haber encontrado la cura para todos estos males en un hombre, un ser cuasi divino que es la encarnación de un movimiento social puro y noble: Andrés Manuel López Obrador. Los obradoristas asumen que, de llegar a la presidencia, este hombre logrará derrotar a estos males como Perseo lo hizo en aquella película de los ochenta Guerra de Titanes. Cada monopolio caerá ante el líder y él, sólo él, podrá traer la democratización económica y en cierto grado la política que este lacerado país necesita. La causa es tan noble como es dogmática. Y es esta segunda característica que ciega al movimiento obradorista de algunas de sus más graves contradicciones: el elegido, aquél santo emanado del recto y perfecto gobierno del GDF, es un cacique como lo fue cualquier presidente del PRI (incluyendo a aquellos que lastimaron profundamente a la izquierda histórica de México como Echeverría y Díaz Ordaz). Su similitud discursiva e ideológica con Luis Echeverría, padre del ala populista más recalcitrante del Nacional Revolucionario que marcó la debacle política y económica de nuestro país, no tienen importancia para los cegados seguidores del movimiento. Su formación tampoco tiene importancia, su militancia al interior del partido de Estado hasta los ochenta se ha olvidado al igual que los detonantes que marcaron la salida de él y su camarilla. El desgaste del nacionalismo xenófobo, la política económica deficitaria e insostenible y el autoritarismo más vertical llevaron a los grupos a los que pertenecía AMLO a salir de la pugna por la presidencia para ser reemplazados por una nueva camada de neoliberales estadistas, jóvenes que ofrecían corregir lo que la escuela de Echeverría se había encargado de enterrar. Otra de las contradicciones nos remite de nuevo a aquella idea del cacique redentor, y que niega al movimiento y a sus cuadros (entre ellos algunos de los intelectuales más renombrados de México) ver otra realidad del país en el que hoy vivimos: ¿de llegar a la presidencia que podría hacer? Desde el 2000 el aparato político puede definirse por tres palabras: gobiernos de minoría. San Lázaro y el Senado están desiertos de un partido predominante y el aparato no ha logrado sacar reformas estructurales a flote desde 1997, año en el que el PRI perdió su mayoría. Pero para el movimiento una reforma que reconfigure esta relación de fuerzas viciada y anacrónica es innecesaria. El cacique, una vez presidente de la alternancia, hará historia dándole una vuelta de 180° al país. No importa que actualmente el PRD cuente con un total de 71 diputados en la actual legislatura (el PAN tiene 143) o el PT 13 y Convergencia 6. Obrador, bajo esta lógica heredera del presidencialismo fuerte caído en el delirio, podría impulsar una agenda que democratizaría cada bastión monopólico. La mayoría no importa y el legislativo perdería su rol como el Poder predominante de la alternancia. Tampoco trasciende el hecho de que su movimiento esté negado a negociar con el “PRI-AN” aquella encarnación diabólica y fascista. La lógica no debe justificar el medio sino más bien el dogmatismo al fin. Y esta idiosincrasia demuestra la falta de claridad del proyecto y las convenientes omisiones que lleva acabo. AMLO detesta a Televisa (odio que comparto con él), pero existen figuras intocables que jamás ha mencionado directamente ¿Qué hay de Carlos Slim su principal aliado para rehabilitar el Centro Histórico en su gestión como Jefe de Gobierno del DF? ¿No es su monopolio de telecomunicaciones igual de nefasto que el televisivo? Y al referirse a Televisa ¿qué pretende este caudillo popular? Su cercanía a Hugo Chávez siempre fue poco conveniente para este movimiento puro y democratizador, ya que lo relaciona con un gobierno autoritario esponsoreado por la Habana ¿Qué idea predica Obrador ante Televisa? ¿Plantea cerrarla como lo hizo el presidente venezolano con Radio Caracas Televisión? Los medios, al igual que otros sectores, deben pasar por un proceso de apertura (en el que las dos televisoras por ahora duopólicas seguirán existiendo) no por un cambio de regencia monopólica. Todo parece indicar que el cacique quiere acabar con un rival y un contrapeso al aparato gubernamental, no abrir el sector a la libre competencia.