martes, 22 de diciembre de 2009

Por un DF más humano


Para cualquier habitante que vive día con día en las calles del Distrito Federal esta afirmación no lo sorprenderá: nuestra capital es una ciudad profundamente violenta. Y no lo es sólo por los índices de inseguridad, lo es también por su distribución espacial y su planeación urbana. Cada mañana y cada tarde millones de automóviles llenan nuestras gigantes avenidas para escenificar una batalla campal que haría palidecer al avance soviético sobre Alemania en 1945. La pelea por el espacio (un bien local muy escaso) se ha perpetuado entre estos monstruos mecánicos que han acabado con la vida peatonal en la ciudad. Pero el enfrentamiento no se queda ahí, la arquitectura chilanga es tan polarizada que ha convertido a nuestros barrios y edificios en otra forma de confrontación. Los barrios más acaudalados se enfrentan con su simple existencia a sus vecinos pauperizados, los corporativos se levantan prepotentemente ante los barrios marginales que parecen no tener fin. El agua, su abasto y acceso, es otra faceta violenta de la vida diaria en el DF en donde los pobres pagan más en pipas privadas que compensan lo que nuestras instituciones gubernamentales no les logran facilitar. Recientemente y con un afán que parece derrotista el GDF instaló ocho mil cámaras de seguridad, lo que facilitará el registro en video de nuestra violenta ciudad. De acuerdo al Banco Mundial en la Ciudad de México conviven niveles de consumo de Madrid con pobreza del Caribe; sobra explicar que este es otro factor de exclusión y de agresión. Las ciudades amuralladas, los guardaespaldas y las bardas electrificadas se han propagado como un cáncer incurable, asumiendo y aceptando aquél enfrentamiento para el que no encontraremos otra solución. El gobierno además de la presencia orwelliana del circuito cerrado ha aplicado una política de Cero Tolerancia que ha llevado a expropiaciones arbitrarias y a la desaparición de elementos “indeseables” de nuestra ciudad (ir al artículo Fascismo). La disparidad y la exclusión son las causas de raíz de esta violencia, pero eso no debería impedirnos tomar medidas paliativas que mejoren esta situación al corto plazo. Debemos recuperar el espacio público como un punto de encuentro, dónde podamos edificar los lugares comunes que implica la convivencia ciudadana en democracia. Y para ello debemos pensar en un DF más humano en el que los espacios comunes hagan frente a la innegable disparidad y que mermen este status quo que favorece la exclusión y la negación sobre la convivencia (que conlleva a afrontar nuestros problemas sociales de forma colectiva). Un Distrito Federal hecho para ciudadanos debe atacar a nuestra peor adicción: el automóvil. DF creció por su cuenta sin ninguna planeación de por medio. En los 80 el norte y el sur de la ciudad estaba separada por 20 kilómetros de distancia, ahora son 60. Trasladarse una distancia considerable toma entre dos y tres horas en promedio. Esto es producto de un desarrollo de vialidades que se ha basado en la desquiciada idea de que la infraestructura puede mantenerse a la par de la demanda de los coches, lo que es falaz e inútil. En la inmensidad de nuestra capital ya existen espacios como éstos, el Bosque de Tlalpan y de Chapultepec son un ejemplo. En cuanto a las autoridades capitalinas su postura ha sido buena y nefasta a la vez: la recuperación del primer sector del Centro Histórico y la conversión de Madero en una calle peatonal han sido medidas muy positivas. La red de metrobus y el tren suburbano son otras. Pero chocan con el segundo piso periférico sur, una obra faraónica (hecha para y por un candidato que ambiciona como nadie la presidencia del país) que privilegia al ya predominante automóvil, aislándonos de los demás ciudadanos con los que cohabitamos esta metrópoli y pauperizando más nuestra intangible pero vital calidad de vida. Ahora el GDF y el gobierno del Estado de México piensan ampliar este monstruo para que cruce la ciudad de norte a sur. Bernardo Baranda director general del Instituto para el Transporte y el Desarrollo de Políticas (ITDP) alguna vez dijo que medidas como ésta “es como tratar de atender el problema de la obesidad comprando ropa más holgada”. Sin lugar a duda los segundos pisos impactan y posicionan a posibles candidatos pero vuelven más agresiva a esta violenta ciudad. DF puede ser más humano convirtiéndose en un espacio colectivo que nos vuelva cómplices del destino común que compartimos. Y para ello hay que privilegiar las áreas verdes, las zonas peatonales, los parques y el transporte colectivo.

Para aunar más:
El potencial de la marginalidad urbana del siglo XXI
Para los habitantes de una ciudad máxima

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