martes, 9 de febrero de 2010

Contra la Tiranía del Automóvil


El progreso, bajo el enfoque de la Ilustración, era un proceso lineal en que los beneficios se cultivaban y manifestaban uno tras otro. Sin embargo en pleno siglo XXI empezamos a palpar las complejidades del progreso y sus aristas, lo que lo ubica más allá de una simple carrera hacia una panacea tan intangible como inalcanzable. El progreso ha traído consigo tanto avances como retrocesos, solucionando problemáticas de ciertas áreas pero generando nuevos retos en otras. La Revolución Industrial trajo consigo un auge desconocido para el hombre, sin embargo las vicisitudes del progreso fueron acompañadas de una degradación ambiental de escalas épicas, lo que se ha convertido en una contingencia global. En 2008 la humanidad alcanzó un punto histórico en aquél imperfecto proceso de progresar: la mitad de nosotros habitaba en núcleos urbanos y la otra mitad en el campo. A partir de este año la humanidad se ha encaminado en un proceso inevitable de urbanización, de ahora en adelante la mayoría de nosotros viviremos en grandes ciudades. Bajo las tendencias migratorias ciudad-campo actuales en 2030 el 60% de la humanidad habitará en núcleos urbanos, y de acuerdo a la ONU la mayoría de este crecimiento se concentrará en las metrópolis de los países en desarrollo. Esto acarrea beneficios, como el aumento de la actividad productiva, del ocio y la cultura y una integración mayor de las mujeres en la toma de decisiones colectivas. Pero también nos enfrenta a nuevos retos. Ciudades más pobladas –bajo muchas de nuestras prácticas escudadas por el status quo- equivalen a una degradación sostenida de la calidad de vida, del medio ambiente y los ecosistemas en las que se encuentran. La cuestión reside en cambiar las reglas del juego, privilegiando la sustentabilidad colectiva sobre los intereses particulares. Y esto nos lleva por una inercia inevitable a hablar de uno de los íconos del progreso en la modernidad: el automóvil. En la Ciudad de México los autos son el origen del 82% de la contaminación atmosférica (lo que equivale a 3.2 millones de toneladas de emisiones contaminantes al año) representando sólo el 33% de todos los viajes que se realizan en nuestra metrópoli día con día. En el Distrito Federal esta tiranía minoritaria afecta a la amplia mayoría de la población moldeando nuestro paisaje urbano (privilegiando las grandes arterias viales por encima de las ciclopistas, las zonas peatonales y los parques), aumentando los niveles de estrés, degradando la calidad de vida y la del medio ambiente. Además de ser minoritaria, esta tiranía también es transgeneracional, ya que pasará factura a los futuros ciudadanos de esta gran ciudad. Más de una tercera parte de toda la superficie urbana es para automóviles, prueba numérica de esta tiranía minoritaria. En el año 2000 había 680 automóviles por kilómetro cuadrado para 2006 esta relación aumentó a 884. Esta proliferación, minoritaria pero insostenible, de vehículos se debe a un subsidio anacrónico y contraproducente que nuestro gobierno sostiene sobre la gasolina. En México el precio del litro es de 65 centavos de dólar, mientras que en Brasil cuesta 126 y en Francia 152. Con este precio controlado artificialmente tener un coche en nuestra atestada ciudad resulta muy redituable y el conductor no asume los costos reales de su vehículo. El subsidio, que coopera para día con día asfixiar al DF, equivalió a prácticamente 130 mil millones de pesos en 2009 y en 2008 representó el 10% del Producto Interno Bruto. Y esta distorsión, como todas las que imperan en México, beneficia a la porción poblacional más acaudalada: el 20% de la población con mayores ingresos es propietaria del 50% del total de los vehículos privados de nuestra capital. Acabar con el subsidio sobre la gasolina es sólo una de múltiples medidas que deben aplicarse para dar solución a este enorme pendiente. Urge un impuesto de carbono que transfiera el costo de las emisiones a los individuos. Este instrumento castigaría a los que optan por utilizar vehículos monstruosos y contaminantes (como las Hummers y SUVs) e incentivaría a ocupar alternativas más verdes. El GDF debe, como parte de una política integral de recuperación del espacio público, jugar un papel más protagónico en el transporte de la ciudad. Sólo 30% de los viajes diarios que se hacen en la capital a diario son por medio de la red de transporte público gubernamental (metro, autobuses RTP, Tren Ligero, Metrobús etc.), esta cobertura debe ampliarse. Sólo así recuperaremos el espacio público de la tiranía del automóvil.

Para aunar más:

Por un DF más humano

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