domingo, 29 de noviembre de 2009

Los olvidados y la energía


La pobreza es exclusión. Es sinónimo de estar excluido de la salud y la tecnología que aumentan la expectativa de vida y que empodera a los individuos. Una cuarta parte de la humanidad no tiene acceso a electricidad, una tecnología que ya existe desde hace 130 años. Buena parte de la pobreza rural (70% de la total del planeta) se agrava con la falta de acceso a combustibles como el propano forzando a la deforestación y, paulatinamente, la erosión de los suelos. De acuerdo a la ONU un punto que se debe tratar en la Cumbre de Copenhague es el acceso a fuentes de energía modernas, mermando significativamente su huella ecológica y mejorando su salud en general. El 79 por ciento de las 50 naciones más pobres no tiene acceso a la electricidad, a escala mundial son más de mil millones quinientas mil personas. Y la disparidad en el consumo global es otro tema indignante. La electricidad consumida en un día en toda África subsahariana –restando Sudáfrica- es como la de la ciudad de Nueva York. En países como Liberia, Chad y Ruanda 3 de cada 5 habitantes carecen de acceso a esta vital tecnología para el desarrollo. Dos mil millones quinientas mil personas se ven obligadas a utilizar madera y carbón como combustible. El debate de la crisis climática ha hecho énfasis en las fuentes de energía más modernas, lo que supone el riesgo de ignorar a estos billones de personas cuyas carencias aumentan su impacto ambiental enormemente. En naciones como China el gobierno central se ha encargado de proveer formas de energía moderna a sus poblaciones, en naciones pobres de Asia y África esta no es la situación. Sus gobiernos no cuentan con los recursos para propagar estas tecnologías. Los ambientalistas más radicales creerían que esto es una ventaja, ya que estas personas no contribuyen a aumentar las emisiones. Según cálculos de la ONU proveer de energía eléctrica a estas mil millones quinientas mil personas aumentaría las emisiones en 0.9 por ciento. La sustentabilidad ambiental no es posible sin que toda la humanidad tenga acceso a combustible, a la salud, la energía, al agua potable, a la comida y todos los demás avances tecnológicos que han mejorado la vida en buena parte del planeta desde el comienzo de la Revolución Industrial. Los pobres que no tienen acceso a combustibles para cocinar (como gas) terminan deforestando sus comunidades, erosionando el suelo e imposibilitándolos para generar comida para sí mismos.

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