jueves, 11 de febrero de 2010

La izquierda y la derecha en México: nacionalismo y perdición


Hace unos días publiqué en La Tragedia una crítica de dos partes (aún inconclusa) de mi opinión sobre el movimiento obradorista, sus contradicciones y sus perturbantes acercamientos con el autoritarismo. De ahí, y antes de continuar con la serie, me ha surgido la necesidad de crear una suerte de balance; no quiero que este espacio sea catalogado en los obtusos parámetros de las ideologías (***). Por ello quiero hacer un ejercicio que le proporcione a La Tragedia un cierto blindaje de inalcanzable imparcialidad. Y para ello este artículo hablará de las coincidencias que han hecho de la izquierda y de la derecha en este país dos idiosincrasias anacrónicas y desgastadas para comprender nuestra realidad. Y para ello debemos huir de los incontables puntos de desencuentro y concentrarnos en la gran coincidencia de ambos espectros ideológicos en México: el nacionalismo. En nuestro país subsiste, con una vigencia corrosiva, un nacionalismo de antaño que merma la visión de todo el aparato político. La izquierda (con una contradictoria e innegable influencia externa, proveniente principalmente del experimento fallido cubano y su similar en trámite Venezuela) defiende un discurso nacionalista relacionado al populismo y al estatismo. Mientras tanto la derecha acota nuestro incierto y lúgubre destino como país a otro ícono del nacionalismo: la familia. Las amenazas externas a esta unidad primordial como la laicidad y la homosexualidad nublan a la derecha mexicana de lo que es su peor omisión: la defensa de oligarquías monopólicas y las medidas que deberían insertar a México en el mejor lugar posible de la globalización. Así la derecha mexicana se ahoga en estas contradicciones de apertura y cerrazón, de libre competencia pero con monopolios. Su idea acotada de la moralidad católica la lleva a ignorar estos grandes faltantes en su accionar político. Las amenazas a esta familia "sagrada" y "nacional" provienen de las ideas progresistas externas, lo que los ha impulsado a una férrea defensa de los valores inherentemente mexicanos (reducidos a un cuerpo de normas e ideas, lo que resulta imposible con una país tan poblado, tan diverso y tan plural como México). Mientras tanto la izquierda irónicamente peca del mismo problema. Como dijo Roger Bartra, autoridad intelectual y hombre histórico de izquierda, la ideología de los desposeídos presenta un proyecto vagamente anticapitalista, medianamente xenófobo y a favor de un control estatal fuerte, lo que finalmente cae en la defensa de un modelo monopólico pero bajo otra rectoría. Mientras tanto países de nuestra región como Brasil y Chile han cortado sus raíces nacionalistas para abordar un proyecto nacional genuinamente progresivo y coherente con la realidad globalizada en la que vivimos. México, con su derecha e izquierda perdidas en el nacionalismo, está rezagándose cada vez más.

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