lunes, 9 de noviembre de 2009

Portugal: una esperanza en la insensatez de la prohibición


Este artículo es un complemento al titulado ¿Y si legalizásemos las drogas? publicado el 21 de octubre pasado en este blog.

La guerra contra el narcotráfico es un fracaso comprobado. Pero los dogmas y la falta de claridad han priorizado el belicismo sobre la sensatez, varios países como Afganistán y México viven una guerra contra el narco, en toda la plenitud del término. Los costos exceden holgadamente los beneficios, el consumo se ha mantenido mientras que el versátil mercado ha encontrado formas de adaptarse y beneficiarse de la prohibición. Además esta errada política global trae consigo legislaciones de cero tolerancia, en la que ciudadanos comunes que consumen pueden convertirse en criminales por cargos de posesión. Así no se distingue del adicto o del consumidor recreacional del sicario. Las legislaciones más rígidas contra el consumo no traen consigo resultados en la materia, no disminuye la demanda ni disuade a los que vayan a drogarse por primera vez. Desde 2001 Portugal despenalizó la posesión y el consumo de estupefacientes y los resultados han sido asombrosos. Desde ese año en la nación lusa se permitió la posesión y consumo de cualquier droga, incluyendo la cocaína y la heroína. Las críticas no se hicieron esperar, facciones conservadoras y progresistas del sistema político portugués se pronunciaron en contra de la nueva ley argumentado que el país se volvería una meca de narcoturismo. Vecinos de la Unión Europea como Inglaterra predecían un futuro nada alentador para la medida, diciendo que el consumo al interior del país crecería exponencialmente. Un estudio independiente publicado a principios de 2009 por The Cato Institute una consultoría norteamericana, ha demostrado que los pronósticos catastrofistas estaban muy equivocados. El consumo, tras ocho años de tolerancia, no aumentó y Portugal mantiene uno de los índices más bajos de la región. El narcoturismo no se disparó y la cantidad de narcotraficantes convictos disminuyó notoriamente. Aunque se haya despenalizado el consumo y la posesión esto no implica que las drogas sean legales en Portugal, simplemente se cambió el enfoque de la lucha contra de las drogas de uno bélico a uno de salud pública. Una serie de comisiones gubernamentales se encargan de los adictos arrestados e intentan persuadirlos de someterse a programas de rehabilitación. Estos órganos pueden imponer multas y horas de servicio comunitario pero no encarcelar individuos ni abrirles expedientes criminales. El argumento de las autoridades lusas que destaca por su lucidez es que los adictos pueden sentirse persuadidos a buscar tratamiento al saber que no van a ser procesados. Remover la posibilidad de ser tachados como criminales aumenta las probabilidades de que los adictos entren a tratamientos y las autoridades pueden saber quiénes son, que adicciones sufren y el verdadero peligro que representan para la sociedad y sus comunidades –eso depende de la droga, alguien que fuma mota no cometerá actos violentos para conseguirla a diferencia del crack o la metanfetamina-. El número de adictos ha aumentado en el país europeo, en 1999 había 6 mil para 2008 24 mil. Esta cifra no refleja un aumento en el consumo, sólo saca de la secrecía a miles de adictos que bajo los esquemas de la prohibición son delincuentes. Ha habido un aumento en el consumo, pero muy mínimo, por ejemplo entre 2001 y 2007 la cantidad de portugueses que admitieron haber probado la heroína aumentó de 1 a 1.1%. Con otras drogas como la mariguana el consumo ha caído, posicionando a Portugal entre los países con índices más bajos de consumo en la UE. Y la demanda de los estupefacientes más dañinos ha decaído entre los sectores más jóvenes del país. Los drogadictos –sobretodo heroinómanos- previo a la despenalización representaban el 56% de los casos de VIH-SIDA en Portugal, ahora sólo representan el 20%. Portugal demuestra que descriminalización regulada correctamente surte mejores resultados que la guerra contra el narcotráfico. Además demuestra lo errado de este enfoque, el problema de las drogas le concierne más a los sistemas de salud que a los ejércitos y las policías del planeta. Por ahora los lusos son una esperanza en la insensatez del status quo de la prohibición.

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