Se cumplen 20 años de la caída de uno de los modelos totalitarios más importantes, brutales y opresivos de la historia de la humanidad. De acuerdo a la CIA para 1989 290 millones 938 mil 469 personas vivían en el bloque socialista de la Unión Soviética. El primer gran golpe detrás de la cortina de hierro lo atestó Polonia 9 años antes cuando el movimiento obrero Solidarność (Solidaridad) se formó como el primer sindicato independiente del control central de Moscú (que alcanzó los 9 millones de agremiados para 81) y logró llevar a Lech Wałęsa a la presidencia en 1980. De ahí en adelante la llegada de Mikhail Gorvachev al poder en Moscú en 1985 predecía cambios profundos, pero no sé si el mundo esperaba las imágenes que llegaban desde la frontera de aquella capital alemana dividida 4 años después. El mundo cambió, muchas generaciones se perdieron y otras se salvaron tras la caída. Y más allá de las cifras masivas y los eventos históricos lo que a veces resulta difícil comprender es lo que fueron las vidas de los individuos detrás de la cortina de hierro, aquellos que vivieron el régimen en carne propia. En su último número The Economist explica con una enorme lucidez aquella faceta incuantificable de la URRSS, aquella que le concierne a la tragedia humana y a la pérdida personal, que no se mide en los logros económicos y en el avance de las libertades democráticas:
El logro, aún parcial de la caída, es el de la recuperación del espíritu público, la confianza, la decencia y la gentileza. Los regímenes comunistas imponían elecciones morales horribles a sus ciudadanos: denuncia a tu colega o tu hijo jamás entrará a la universidad. Era un sistema que predicaba el altruismo pero inculcaba el egoísmo más profundo. Las estadísticas no pueden representar 50 años de mentiras y terror (The Economist, noviembre 7 de 2009).
Esta explicación me remitió por una inercia inevitable a una gran película que retrata eso que la estadística no puede representar, La vida de los otros (Das Leben der Anderen); una realización alemana que nos demuestra cómo detrás de la cortina de hierro terminó por forjarse –escudado en la peligrosa falacia utópica- un sistema depredador de la condición humana donde la compasión y la solidaridad fueron reemplazados por un hoyo negro de fría burocracia y opresión. La premisa de La vida de los otros es tan escalofriante como desesperanzadora: ¿Qué lugar tiene la decencia humana en tiempos de infamia y autoritarismo? El director Florian Henckel von Donnersmarck nació en 1973 en la República Democrática Alemana, lo que lo vuelve testigo directo del régimen no un idealista distante. La película comienza en 1984 (cualquier similitud con Orwell y su icónica obra crítica al Estalinismo parece mera coincidencia) cuando un exitoso escritor de obras de teatro Georg Dreyman –interpretado por Sebastian Koch- conoce a un alto funcionario del régimen alemán - Thomas Thieme-. Éste asigna al Capitán Gerd Wiesler - Ulrich Mühe- de la Stasi, la policía secreta, para espiarlo y encontrar cualquier acusación para encarcelarlo. La motivación detrás de las instrucciones es el deseo del alto funcionario por Christa-Maria Sieland -Martina Gedeck- la pareja de Dreyman. Desde el comienzo del plan los superiores de Wiesler le explican que de su éxito depende su progreso al interior de la Stasi. Todo esto sustentado en aquella lógica viciada de aquél desaparecido sistema: tu progreso depende de que destruyas la vida de tu prójimo. El hombre de la Stasi se dispone a espiar al escritor instalando micrófonos en su apartamento, amenazando a una vecina que atestigua la acción con bloquear la entrada de su hija a la universidad si revela algo. Según avanza la historia Wiesler comienza a darse cuenta lo errado e infame que es el sistema al que dedico su vida. Él está sólo, recurriendo a prostitutas como una cura momentánea para su desamparo mientras que Dreyman y Christa-Maria se aman con locura. La vida de los otros es una obra de arte que refleja aquél drama humano que se vivió detrás de la cortina de hierro. Es una historia inteligente y desgarradora, permeada de melancolía y tristeza que hace tributo a esos buenos seres humanos que perdimos en esas décadas de mentiras y terror.
sábado, 14 de noviembre de 2009
Berlin 1989: Las tragedias detrás de la caída
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