El cambio requiere de rompimientos, de hechos clave que llevan a la historia a avances exponenciales. La liquidación de Luz y Fuerza del Centro y del Sindicato Mexicano de Electricistas es uno de esos hechos. Es la primera vez, en la etapa de la alternancia en el Ejecutivo Federal en nuestro país, que un gobierno adquiere el valor de enfrentar a uno de los bastiones corporativistas del régimen del partido único; uno de los lastres –junto con los monopolios, que a veces son lo mismo- para la consolidación de una democracia moderna en México, con una repartición de la riqueza más ecuánime y una sociedad más justa. Esta acción tiene sus motivos y tienen que ver con los balances fiscales del gobierno federal. En 2010 el fondo de estabilización petrolera –solución y causa de nuestro carente aparato fiscal- alcanzará los 95 mil millones de pesos, cantidad que por ley no puede ser utilizada por el gobierno federal cuyo boquete fiscal asciende a 480 mil millones de pesos. Los programas anticíclicos para sortear las crisis no están funcionando y todo parece indicar que el barril de petróleo mexicano no alcanzará los $54 dólares según proyecciones de la Secretaría de Hacienda. Liquidar a LyFC terminará con un subsidio deficitario de 46 mil millones de pesos en un país cuyo gobierno recauda aproximadamente el 18% del Producto Interno Bruto en impuestos y donde hay 40 millones de pobres. Más allá de las retóricas demagógicas, el progresismo debe estar del lado de los más pobres no de un sindicato cuya prepotencia y avaricia los llevó a privilegios ridículos como tener talleres mecánicos propios para reparar vehículos y tener un jubilado por cada dos trabajadores en un país de jóvenes, ahora debemos preocuparnos de dos temas. Primero no existe la necesidad de crear una nueva empresa paraestatal para mantener el sector eléctrico de la zona centro del país. CFE es una empresa eficiente y moderna: un trabajador de la CFE produce 1.76 gigawatts por hora, mientras que uno de LyFC produce 0.72. Las pérdidas de CFE son de 10 por ciento al año, alineado con la media global, LyFC presenta pérdidas anuales del 30%. Y segundo el gobierno debe aprovechar este momento para cortarle otra cabeza a la hidra corporativista: Aproximadamente 113 mil trabajadores de base son representados por el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana. Mantener los salarios y prestaciones estipuladas en el contrato le cuesta a Pemex 5.8% de sus ingresos. El sindicato petrolero controla, con suma discrecionalidad y opacidad, buena parte de los recursos de la tercera petrolera mundial, cuyo valor total está estimado en más de 460 millones de dólares. El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación tiene un patrimonio construido con aportaciones de la Secretaría de Educación Pública por 13 mil 300 millones de pesos según un documento de la SEP publicado en 2008. El sistema educativo mexicano es mediocre y Pemex no logrará levantar su producción, ambos sindicatos han resultado nefastos para sus respectivos sectores. Una cabeza de la hidra ha muerto con la liquidación de Luz y Fuerza, ahora hay que ir por más. El futuro de este país en este difícil escenario global, que se complicará más para mediados de siglo, depende de ello.
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