En estos tiempos es fácil dejarse llevar por el cliché apocalíptico; cualquier ser humano “sensato” sabe –sin saber- que estamos ante el fin de los tiempos, como lo creyeron con mayor justificación, las generaciones que vivieron la Segunda Guerra Mundial y la amenaza nuclear que le siguió en la Guerra Fría. A pesar de estas amenazas el mundo y la humanidad continuaron, aún esperando por aquél fulgor que repentinamente nos condene a la inexistencia. Ahora el panorama que nos espera no es menos complejo: un clima al borde de una amenazante y desconocida esquizofrenia, la pérdida sistemática de ecosistemas, los riesgos de una población global en expansión y la persistencia de la guerra, la hambruna, la pobreza y las pandemias. Pero eso no representa necesariamente la debacle de la raza humana. La Segunda Guerra Mundial fue seguida de un periodo de expansión y bonanza sin precedentes, el fin del bloque soviético trajo consigo una ola democratizadora en el que las libertades civiles experimentaron una expansión nunca conocida. De estas crisis salimos y saldremos de ésta. Y lo haremos con más logros que con arrepentimientos. Por ello creo que existe un cliché apocalíptico, basta cualquier charla en un café o las opiniones expuestas en un aula para darse cuenta. Todo está mal y todo empeorará. Pero esta visión nos hace perder contacto objetivo con nuestra realidad, de discernir lo bueno de lo malo. El mundo está mejorando en muchas formas. Y este artículo trata de una de esas mejoras. De acuerdo al estudio The State of the World's Vaccines and Immunization Report publicado por la Organización Mundial de la Salud y la UNIICEF en 2008 106 millones de niños fueron vacunados, la tasa más alta de la historia. Esto representa la prevención de dos y medio millones de muertes. Este logro tiene muchas explicaciones. En 2008 el mercado de las vacunas alcanzó los $17 mil millones de dólares, triplicándose desde el año 2000. La expansión del mercado ha involucrado a más empresas farmacéuticas. Los niños que sufren de enfermedades prevenibles como la tuberculosis o la polio dejan secuelas que pueden condenarlos a la pobreza de por vida. La importancia de facilitar el acceso a la vacunación es enorme. Otro detonante fue que la recesión no afectó a los fondos destinados por la UNICEF a este ramo. Pero los pendientes y los retos a futuro continúan. Diez de millones de niños aún mueren cada año por falta de acceso a vacunas o a agua potable. La recesión arrojará a 89 millones de personas por debajo de la línea de pobreza y el cambio climático dificultará la construcción de canales de distribución. Sin embargo esos 106 millones de niños son un logro innegable y una muestra irrefutable en contra del cliché apocalíptico. John Lennon y Paul McCartney dijeron que “todo está mejorando, todo el tiempo”, sólo hay que buscar dónde.
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