Voltaire dijo que el arte de la medicina consiste en impactar al paciente mientras la naturaleza cura su padecimiento. Esta concepción del autor francés no distaba de su realidad en el siglo XVIII. Pero además nos recuerda, más allá de las épocas, que el campo de la medicina siempre ha estado aquejada por terribles limitaciones cuyos alcances solo aumentan según surgen nuevos avances. Tres siglos después esta situación no ha cambiado y ahora nos planteamos la necesidad de desarrollar el campo regenerativo de la medicina, aquél que nos permitirá literalmente crear nuevos órganos para reemplazarlos cuando nuestros originales fallen. Y este año se producirá un gran avance en este campo con la salida al mercado de la primera impresora de órganos. Desarrollada por Invetech y Organovo, dos empresas de alta tecnología de Australia y Estados Unidos respectivamente, esta impresora 3D utiliza células madre extraídas de grasa y cartílago para generar tejidos básicos como vasos sanguíneos, piel y músculo. La impresora apila las células en grupos de entre 10 mil y 30 mil unidades. La base es un hidrogel degradable formulado a base de azúcares que ayuda a darles forma. Las células se fusionan y organizan por sí solas, abriendo la posibilidad de desarrollar en menos de una década órganos complejos como corazones, hígados y riñones. Incidiendo en su proceso de formación es posible especializarlas en diferentes funciones para cada uno de nuestros órganos. La regeneración no es una realidad distante. Desde 2006 en Estados Unidos se logró desarrollar exitosamente vejigas en condiciones de laboratorio. Sin embargo esta impresora plantea la posibilidad de producir a gran escala órganos sin necesidad de donantes que podrían ser rechazados por los cuerpos de sus receptores. Este avance para el campo de la medicina regenerativa es enorme y logrará, por lo menos por un momento, contradecir las sabias palabras de Voltaire.
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