sábado, 13 de marzo de 2010

Cine para conocer la otra cara del dragón

En un artículo para la revista Time titulado The panda paradox (agosto 11, 2008), James Poniewozik argumenta que la concepción que presenta la cultura pop norteamericana sobre China resulta errónea, limitada y no actual. Poniewozik hace referencia a la película Kung-Fu Panda para argumentar que la industria del entretenimiento y los consorcios noticiosos se han quedado muy cortos en ofrecer a Estados Unidos una visión del país continente que es China, con sus casi mil trescientos millones de habitantes, su crecimiento espectacular por encima de las dos cifras y el yugo autoritario del Partido Comunista. Ante las ya finalizadas olimpiadas los gringos están clavados en ver China en su etapa preindustrial (Mulan, Crouching Tiger Hidden Dragon) sin tocar los temas de su modernización bajo el régimen brutal de Mao Zedong o la etapa reformista de Deng Xiaoping.

China es hoy mucho más que pandas, hazañas heroicas o artes marciales; es la potencia capitalista del mañana, un país tan lleno de virtudes como de infamias, gobernado por una dictadura autoritaria que ha permitido una enorme apertura económica; que ha sacado de la pobreza a más de 400 millones de chinos desde la década de los ochenta y que aún así es cada vez más aquejada por la disparidad entre el campo interior y las grandes metrópolis de su costa (de acuerdo al premio Nobel Sir Arthur Lewis la productividad de la población rural es la mitad de la urbana). Luego de leer a Poniewozik realicé que la sino-ignorancia no sólo afectaba a los gringos sino también a nosotros. Las televisoras durante las últimas Olimpiadas no enseñaron nada más allá del Cubo de Agua y el Nido de Pájaro, a lo mucho nos mostraron la vida en los barrios tradicionales chinos llamados hu-tongs mientras sus cómicos molestaban a la relativamente acaudalada población de Beijing. También un chino me vino a la mente, en específico un galardonado director, Jia Zhang Ke.


Mi primer encuentro con Jia Zhang Ke fue meramente incidental, una fría mañana en la que en mi universidad se presentaba un documental independiente titulado Made in China. El documental se centra en la vida de Jia, un joven director de 38 años de edad que ha realizado todas sus producciones sin autorización del Partido Comunista Chino. El documental es una oda a la creatividad humana y al amor al arte, a pesar de todas las dificultades impuestas por el partido hegemónico del gigante asiático este director se las ha agenciado para darse a conocer a nivel mundial, ganando importantes premios en el Festival de cine de Berlín, dos nominaciones a la Palma de Oro en el Festival de Cannes, un galardón a mejor documental en el Festival de Venecia y el León de Oro. Lo que resulta admirable de este hombre es la temática de sus películas, que no pueden ser vistas dentro de su país por mandato oficial y que a pesar de su éxito en el extranjero, están basadas mayoritariamente en la realidad de los ciudadanos chinos en la actualidad.

Las migraciones desde el campo a las ciudades, la imposición de patrones culturales occidentales, la disparidad y la alienación son algunos de los temas que desarrollan sus películas. Jia Zhang Ke representa una ventana a la China actual, cruda y enigmática, compleja y masiva. Hace cine sobre y para su país y sin embargo no puede enseñárselo a su gente. En un punto de Made in China se le pregunta a Jia en una entrevista en Hong Kong sobre qué siente cuando piensa que los chinos no puedan ver sus realizaciones. El director contesta que eso “lo desagarra por dentro” ya que su cine es para su pueblo. Y de verdad lo es. En el mismo documental el realizador explica los espacios de libertad que se han creado a raíz de la apertura económica: “Ahora tenemos mini dv [video digital], Internet y computadoras”. Su convicción está fundamentada sobre un admirable y honesto idealismo: “La historia visual de China siempre ha sido la oficial, creo que es necesario que la sociedad china construya la suya”. La adversidad de tener al Partido Comunista chino en su contra no ha logrado contener el talento de este director para plasmar aquel acervo de historia visual que los chinos tanto necesitan. El amor a su vocación y a su pueblo resulta simplemente inspirador.

Después de ver el documental me puse a buscar alguna película suya y así acabé con Unknown Pleasures en mis manos. Esta película trata el tema de la juventud en la provincia china, tema familiar para Jia Zhang Ke oriundo de la ciudad de Fenyang enclaustrada en el aún subdesarrollado interior del gigante asiático. La película se desarrolla en la dilapidada ciudad de Datong, un lugar que parece un híbrido monstruoso del pasado comunista, que se niega a morir combinado con el frenesí capitalista. Así vemos a los protagonistas habitando una ciudad repleta de escombros y de anuncios de coca-cola y nokia, con multifamiliares masivos y grises que evocan al régimen de Mao.

Unknown Pleasures nos cuenta la historia de Bin Bin y Xiao Ji dos jóvenes desempleados que pasan sus días fumando y recorriendo su derruida ciudad sin nada que hacer. El desempleo y la falta de oportunidades en su entorno se reflejan en la apatía y la monotonía de su rutina, hasta que ambos conocen a Qiao Qiao una atractiva y agresiva actriz. La película rescata aquella pasión de Godard por la experiencia momentánea, los personajes recorren constantemente las calles de Datong, hablando de sus sueños y aspiraciones, todos influenciados por la cultura de consumo gringa. Bin Bin y Xiao Ji discuten constantemente cómo conseguirán mujeres, dinero, artículos de lujo… mientras están rodeados de un paisaje que parece haber sido asediado por un bombardeo, lleno de publicidad de transnacionales y desempleo. Esos son los “placeres desconocidos” de los que nos habla Jia Zhang Ke, los de aquella juventud alienada en una China globalizada, que sueñan despiertos con aquellos placeres que nunca vivirán. Pero la película trata de mucho más. Nos muestra a una juventud abierta al mundo, que está enterada del cine mundial por medio del masivo mercado de películas piratas; de hecho en una de las mejores escenas de la película Qiao Qiao y Xiao Ji tienen una conversación sobre la secuencia inicial de Pulp Fiction de Quentin Tarantino.

El propio Jia muestra en Made in China su colección de dvds compuesto mayoritariamente por copias ilegales, en aquella parte el director habla de su admiración por Robert Bresson y los directores de la nouvelle vague. Las escenas de Jia invitan a la audiencia a reflexionar y a involucrarse con la sutileza y la belleza que ocurren en el entorno: en un momento Xiao Ji cruza por una audiencia callejera pegada a un televisor, es entonces que el Comité Olímpico le otorga los Juegos a Beijing. Con ello la masa estalla en júbilo, exceptuando Xiao que está estático; con ello Jia nos da un mensaje incisivo y lo presenta de una forma muy bella: Beijing está aún demasiado lejos de Datong y su juventud. Para no revelar más sólo diré que Unknown Pleasures tiene un final dramático muy adoc al drama diario de los tres protagonistas. El punto es que Jia Zhang Ke representa una voz independiente y una ventana a la China de hoy. Sus películas nos ofrecen una cura para aquella sino-ignorancia que no nos permite ver todas las caras del dragón.



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