Cuando hablamos de cambio climático desde estos meridianos no tenemos una buena concepción de China. Esta nación continente es el primer emisor de bióxido de carbono, rebasando a Estados Unidos desde 2008. Los Juegos Olímpicos y el vox populi presentan a la potencia asiática como uno de los desastres ambientales más grandes, lo que es la mitad de la verdad. Con su crecimiento frenético y sus mil trescientos millones de habitantes China se enfrenta a enormes problemas de contaminación del agua, los suelos y el aire pero también es la vanguardia en lo referente a la lucha contra el calentamiento global. Las autoridades en Beijing están muy preocupadas con la pérdida de los glaciares en el Himalaya que alimentan sus dos ríos principales, el Yangzi y el Amarillo. Una sequía en el noreste está acelerando la expansión del desierto Gobi, lo que ya está amenazando a zonas de producción agrícola. Bajo el Protocolo de Kyoto, en específico con el Clean Development Mechanism (CDM) con el que los países ricos pueden facturar reducciones de sus emisiones en naciones subdearrolladas, China ha logrado obtener $2 mil millones en dólares en apoyo para modernizar su industria y disminuir el impacto ambiental de sus procesos; aquél apoyo ascenderá a $8 mil millones para el 2012. A diferencia de la mayoría de los gobiernos del planeta el Partido Comunista no requiere del consenso democrático para impulsar su agenda, lo que ha otorgado a China una enorme ventaja en el tema de la energía limpia. En 2005 se lanzó un programa de subsidios a energías limpias que tenían como meta producir 20 gigawatts de energía eléctrica con fuentes eólicas para 2020. El éxito ha sido tal que la meta ahora es producir 150 gigawatts para la segunda década de este siglo. Desde 2006 impuso como meta reducir en un 20% las emisiones per cápita de su economía, meta que por ahora es muy viable que alcance. El gobierno, cuyas reservas son masivas, ha subsidiado a gran escala los coches eléctricos y han apoyado la creación de una industria que producirá medio millón de unidades para 2012. En distintos foros los cuadros más influyentes de su clase política han hablado de la necesidad de que China se especialice como una potencia tecnológica. Por haberse excluido de la revolución digital su industria no cuenta con las patentes para generar enormes cantidades de riqueza. Consolidándose como la potencia energética del futuro sería una solución que llevaría al gigante asiático a la vanguardia de la siguiente gran revolución capitalista. China es más verde de lo que muchos creen. Y eso sólo ayuda a que se alcance un pacto significativo en Copenhague.
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