Abandonemos Copenhague para concentrarnos unos momentos en una de las formas más lacerantes de delincuencia en las naciones latinoamericanas, el secuestro. En México el secuestro ha forzado a varias familias al exilio o a alguna pérdida irreparable. Nuestra clase política, que distingue por su mezquindad y dogmatismo, ha utilizado el tema como un factor de polarización, restando al secuestro la complejidad de sus implicaciones y a la amplísima gama de sectores que afecta. Pero la clase política mexicana no merece por ahora nuestra atención y creo que sería mejor hablar de un gran documental que explora con enorme lucidez el tema del secuestro en Brasil: Manda Bala de Jason Kohn. Este documental aborda el secuestro con un humor negro punzante, ligando a esta forma delincuencia con los elementos del realismo mágico que sólo se pudieron engendrar en esta región del planeta. El secuestro en Brasil, al igual que en México, se ha ramificado a una serie de rituales propios y hasta una industria lícita ligada a esta actividad. Con esto Kohn logra ligarnos el problema del secuestro en el gigante carioca con los políticos corruptos, las cirugías reconstructivas, la moda, la informática y hasta con ranas. Manda Bala nos retrata un Brasil kitsch, con colores vivos y deslumbrantes, con aquella arquitectura innovadora que choca con la decadente, de la misma forma que lo hacen la pobreza y la riqueza en nuestras grandes capitales día con día. El mérito más grande del documental es que nos demuestra esta complejidad que mi clase política se ha esforzado por negar y disminuir. La cultura de la corrupción, una de nuestras peores patologías colectivas, trae consigo una cadena determinista de eventos que desencadenan en otros, un efecto domino que culmina cuando los secuestradores están mutilando a una de sus víctimas (material que Kohn no se guarda, por lo que hay que tener cierta mala leche). De ahí nos demuestra la industria de reparación de daños que emana del secuestro, que alcanza su punto más surreal cuando muestra a un cirujano plástico cuya especialidad es la reconstrucción de orejas con cartílago de costilla. En el inter el director explora otros elementos de este Macondo real y mágico pero también decadente y lúgubre en el que se ha convertido el Brasil del secuestro. En un punto visita un sastre que ha capitalizado de la inseguridad vendiendo ropa casual blindada, desde sacos hasta faldas. Es una exploración necesaria y requerida del secuestro, que brilla con aquél humor negro que ayuda a sobrellevar nuestra insegura realidad. Pero más que nada demuestra que el secuestro no es un ridículo enfrentamiento de clases, es una consecuencia de una enorme cantidad de detonantes en el que hay muchas más víctimas que victimarios.
Les anexo una entrevista al director Jason Kohn en el festival de Sundance, donde Manda Bala ganó el premio del jurado a mejor documental y a mejor fotografía:
domingo, 13 de diciembre de 2009
Manda Bala: secuestros, políticos y ranas
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