miércoles, 4 de agosto de 2010

Una capital desigual y muy distante

Como observamos en el artículo anterior, la Zona Metropolitana de esta ciudad es extremadamente polarizada, un lugar dónde niveles de desarrollo de Italia cohabitan con los de los Territorios Palestinos. En lo respectivo al ingreso esta ciudad mezcla otra volátil combinación: niveles de ingreso per cápita de España o Singapur con los de Ghana e Indonesia. El impacto de esta disparidad es enorme y sus implicaciones van mucho más allá de las cifras. En lo arquitectónico trae consigo un paisaje urbano cercenado, donde los conjuntos amurallados invaden a los barrios pauperizados y excluidos. La disparidad violenta nuestro entorno, no sólo en la convivencia diaria sino también en la distribución espacial de la ciudad. Pero el DF puede convertirse en una ciudad más habitable y humana. Antes debemos replantear uno de los problemas más grandes de la rutina defeña: la movilidad, que está agotada y quebrantada por privilegiar ilusoria e insosteniblemente el transporte particular como el medio mayoritario de esta capital. Cuatro millones de vehículos asfixian nuestras arterias viales día con día y sus implicaciones son enormes. Según el Anuario 2005 del Transporte y la Vialidad, elaborado por la Secretaría de Transportes y Vialidad de la Ciudad de México, 70.6% de las personas que viajan diariamente dedican más de una hora en llegar a su destino. De esas 40.7% de la población destinan más de dos horas a sus traslados. La congestión vial cuesta horas productivas y desgasta a los ciudadanos. El coche particular se ha propagado como un agresivo cáncer y las cifras lo demuestran. En 1986, 19% de la población se trasladaba en metro; para 2000 se desplomó a 14%. Hace 20 años 42% utilizaba autobús, porcentaje que disminuyó a 9% para ese mismo año. El tráfico dificulta el transporte de insumos, lo que afecta a toda la actividad comercial. Los últimos estudios han demostrado que los vehículos particulares de tránsito lento se encuentran entre las fuentes principales de emisiones contaminantes en los núcleos urbanos. Además absorben una cantidad masiva de espacio, un fin muy escaso y disputado en nuestra enorme metrópoli. Para transportar a 50 mil personas en una hora se requiere de 175 metros de avenidas utilizadas sólo por automóviles, 35 metros por autobuses y 9 por un tren de metro. Los coches contaminan y absorben cantidades masivas de espacio urbano. Por ejemplo un viaje de un punto a otro en auto absorbe 90 veces más espacio que uno hecho en metro y 20 veces más que uno en camión. Este último consume entre 3 y 5 veces menos energía en transportar una persona en coche. El crecimiento de la flota privada de vehículos lleva a que los gobiernos construyan más infraestructura que siempre resulta insuficiente (como el nefasto proyecto de la Supervía), ampliando la mancha urbana y agrandando las distancias. Esto genera un ciclo vicioso de pauperización urbana, en la que los vehículos in crescendo moldean el paisaje a sus necesidades sacrificando parques, zonas ecológicas y barrios históricos. DF es un lugar dispar y excluyente. Y el transporte privado está influyendo profundamente para ampliar esos océanos que nos distancian como chilangos.

Para aunar más:

Una capital infinita y muy desigual
Por un DF más humano
El potencial de la marginalidad urbana en el siglo XXI
Contra la supervía
Contra la Tiranía del Automóvil

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