jueves, 13 de mayo de 2010

Contra la supervía

Estás caminando por la Ciudad de México. El año es 2025. Nuestra capital está oscurecida por la proliferación de unos gigantes de asfalto, el cielo se ha convertido en un privilegio de una minoría. La ciudadanía ha perdido la batalla contra el automóvil. Sigues caminando y comienzas a recordar cómo pasó, cómo deshumanizamos nuestra metrópoli y cómo todo empezó. De pronto recuerdas al líder político que inició esta ruta hacia la catástrofe: Andrés Manuel López Obrador. Con afán enfermizo de llegar a la Presidencia de la República, el Jefe de Gobierno construyó un distribuidor vial en Periférico entre el 2000 y el 2006, sin considerar la viabilidad o sustentabilidad de la obra. El primer tumor maligno estaba en su sitio y pronto se propagó como un cáncer imparable. No importó que sólo el 33% de todos los viajes que se hacían en ese momento en el DF fuesen en automóviles particulares o que el 20% de la población con mayores ingresos fuera propietaria del 50% del parque vehicular privado de la ciudad. La minoría se había impuesto y ahora nuestra ciudad es un ghetto gigante donde el sol brilla por pequeñas aberturas. Estas palabras, escritas en la retórica de Aura de Carlos Fuentes, deben servirnos de advertencia. El proyecto de la supervía impuesto por el actual gobierno capitalino resulta una enorme amenaza para el futuro desarrollo urbano de nuestra ciudad. Los segundos pisos se están convirtiendo en un capricho de la clase política defeña, en un medio para alcanzar la Presidencia de la República desde la única latitud política viable para el Partido de la Revolución Democrática (PRD). El proyecto plantea que este nuevo distribuidor se edifique en las delegaciones de Álvaro Obregón y Magdalena Contreras; de acuerdo a expertos ambientales de la UNAM su construcción afectará profundamente la capacidad de captación del agua del subsuelo del DF. Zonas de importancia ecológica como el Tarango (protegida por la ley) y el Parque La Loma serían afectadas por el proyecto. El gobierno capitalino se ha negado a llevar a cabo un estudio sobre el impacto ambiental de la obra. Es una medida que además atenta contra los fundamentos más básicos de un gobierno de izquierda. Su función principal es desahogar la zona de Santa Fe cuyos habitantes pagan 2 mil dólares el metro cuadrado y los prediales más caros de la ciudad para vivir ahí. Se estima que la supervía será utilizada diariamente por unos 35 mil usuarios, sin embargo en este distrito financiero transitan unas 250 mil personas al día. No sólo las cifras no justifican el principal objetivo de este nuevo distribuidor, además es una medida que beneficiaría a sólo un sector muy reducido de la población capitalina. El segundo piso de obrador lo demuestra: por más impactante que sea, medidas como ésta no logran corregir los problemas de tránsito vehicular y pauperizan enormemente la calidad de vida y el paisaje urbano de la ciudad. El secretario de Obras y Servicios del GDF, Fernando Aboitiz ha afirmado que la obra generará una derrama económica equivalente a 30 mil millones de pesos. El problema es que no todo es dinero. La calidad de vida de esta gran ciudad es muy pobre y no hay cantidades monetarias que justifiquen esto. Para aunar a este argumento las arterias viales congestionadas se han convertido en un accidentado ícono del aislacionismo y la inseguridad de nuestra violenta metrópoli. Faltan espacios de encuentro y de ocio, la ciclo pista es otra infamia producto de la errada administración obradorista y las medidas sustentables como el metrobus no dejan de chocar y palidecer ante estas contradicciones. Más de una tercera parte de toda la superficie urbana de DF son vialidades para automóviles, prueba numérica de una tiranía minoritaria que debe atacarse. Si la supervía se construye aquél funesto tributo a Aura al principio de este artículo se convertirá en realidad.

Para aunar más:

Contra la tiranía del automóvil
Por un DF más humano

No hay comentarios:

Publicar un comentario