Hagámonos unas preguntas cuyas implicaciones van más allá de la montaña más alta o del abismo más profundo: ¿Qué es Dios en su sentido más amplio? ¿En qué coinciden todas y cada una de las religiones del planeta sobre las deidades que veneran? La respuesta a esos cuestionamientos es que Dios es una fuerza razonante que creó la vida. Ayer, el 20 de mayo de 2010, se reveló en la gaceta científica Nature que el hombre ha creado un ser vivo de cero. Los biólogos Hamilton Smith y Craig Venter han creado una bacteria con un genoma artificial, el primer ser vivo en habitar este planeta sin ningún ancestro. Un sintetizador químico logró unir citosina, guanina y timina (todos ácidos nucleicos) para crear una bacteria que se reproduce y sintetiza proteínas. Otra cosa que resulta anonadante de esta noticia es que la llamada Mycoplasma mycoides no es un producto de la intervención humana únicamente. Es también creación de una computadora. Venter declaró que es la primera especie en tener “la información de un sitio web en su genoma”. Pero en la apasionada búsqueda que me generó la revelación de esta noticia me encontré con una afirmación muy interesante del Ingeniero Biológico de la Universidad de Stanford, Drew Endy: para él esto no debe entenderse como un génesis (la creación de la existencia bajo la óptica bíblica) sino como una poesis (el concepto helénico de la creación proveniente del hombre). Un avance cómo este es de una envergadura tal que el entusiasmo o la condena más exacerbada no bastan para encararlo. La creación de la Mycoplasma mycoides plantea el inicio de una nueva era de progreso tecnológico, también nos enfrenta a grandes amenazas y retos. Con este logro no es distante un campo de la ciencia que pueda fabricar seres vivos con base a nuestras necesidades sociales, como la creación de variedades de cosechas cuya demanda biológica de agua sea disminuida, lo que resultaría de enorme ayuda ante la presión del crecimiento demográfico y el cambio climático hacia 2050 (ver artículo). Pero los escenarios funestos también son posibles. La propagación de la tecnología llevará estos avances en versión exponencializada a todos los rincones de nuestro planeta. Con ello resulta viable que redes terroristas, dogmáticos religiosos o regímenes autoritarios puedan crear patógenos únicos, con capacidad autónoma de reproducción. El clásico enfrentamiento entre la liberalización y la regulación están presentes. Y la segunda deberá reforzarse. Pero la liberalización y propagación de las tecnologías digitales nos dan importantes respuestas ante los cuestionamientos que surgen a raíz de este avance. Con la adopción global de las computadoras los hackers aparecieron como una pandemia incurable. Algunos de ellos, los blackhat, utilizaban su conocimiento para hacer daño a terceros. Sin embargo también aparecieron los whitehat que alertaban de vulnerabilidades y surgió un robusto sector de seguridad informática con el que todos estamos familiarizados hoy en día. Este avance generó riesgos pero la propagación ayudó a que gente con buenas intenciones pudiese ayudar. Es cuestión de tener fe en la virtud humana. A más personas sepan de este avance y se propague, mayor será el riesgo de que se use para fines funestos, pero también generarán un frente (esperemos mayoritario) que la utilizará con buenas intenciones. También existe el riesgo que un ser vivo artificial sea liberado y afecte a ecosistemas enteros. En este sentido varias posibilidades de control están en debate: se pueden crear genomas con genes suicidas, crear secuencias de ADN inexistentes en la naturaleza o volverlas vulnerables a células fabricadas en laboratorios. A esto se suma que los seres vivos sintéticos están en desventaja de sus contrapartes naturales que se han fortalecido a los largo de millones de años con la adaptación evolutiva. Sin embargo no hay que perder de vista que las amenazas palidecen ante las posibilidades. Desde ahora será viable crear células con genomas programados para capturar CO2, utilizarlos en la fabricación de fármacos o para generar energía. Las pandemias que presentan altos índices de mutabilidad podrían combatirse con esta nueva técnica, y al fin podríamos alcanzar una vacuna para el VIH-SIDA. Por el lado espiritual, la primera institución religiosa en pronunciarse sobre el avance fue la Iglesia Escocesa. Tras analizar el tema han declarado que los beneficios potenciales son enormes y representarían un enorme beneficio para nuestro bienestar colectivo. Sólo advierten que debe regularse para garantizar ciertos estándares éticos. Lo que es cierto es que la Mycoplasma mycoides representa un gran logro. Y como dijo alguna vez la filósofa norteamericana Mary Daly “el potencial creativo de los seres humanos es la imagen de Dios”.
Ciencias genómicas: el futuro
viernes, 21 de mayo de 2010
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