jueves, 6 de mayo de 2010

Deepwater Horizon y la adicción gringa al petróleo

El desastre de la plataforma petrolera Deepwater Horizon tendrá duras implicaciones para la política energética de Estados Unidos y el cambio climático en todo el planeta. El debate para alcanzar un impuesto a las emisiones de carbono se ha empantanado por dos posturas, ambas erróneas: la de algunos Republicanos que aminorizan el papel de los hidrocarburos en el cambio climático y la de agrupaciones de Demócratas que sacan de proporción la capacidad de Estados Unidos para abandonar el petróleo como su fuente de energía primordial en el futuro cercano. Los norteamericanos consumen 25% de todo el petróleo del planeta, cuando su volumen probado de yacimientos no rebasa el 3% mundial. Los yacimientos estimados en zonas alternativas cómo el ártico aumentaría esa capacidad de producción doméstica en un minúsculo 0.1%. Además del problema de la capacidad productiva existe otro muy serio de plazos de tiempo. De comenzar la explotación de yacimientos hoy, el crudo llegaría a las refinerías en un periodo aproximado de 10 años (dependiendo de las características de cada pozo). Esto genera un problema de dependencia cuyos impactos van mucho más allá del sector energético global: el apoyo a regímenes autoritarios o de Estados fallidos como Venezuela, Irán, México, Rusia o Nigeria. Este apoyo a regímenes con grandes limitantes operativas también pasa factura al medio ambiente. En Nigeria ha habido desastres petroleros en la zona del Río Níger cada año desde 1969. Y a pesar de la actual crisis los números respaldan este argumento. Entre 1980 y 1984 hubo en EEUU derrames de crudo equivalentes a 2.5 millones de galones, para el periodo 2000-2004 esa cantidad había caído a 12 mil galones. En este sentido un Estados Unidos con mayor capacidad petrolera doméstica podría ejercer un mayor control sobre los estándares de seguridad de la industria y aminorar sus impactos negativos sobre el medio ambiente. En México nuestro sistema de subsidios y nuestro distorsionado aparato fiscal (que es la raíz de nuestros problemas de exclusión, disparidad y violencia) se originan en nuestra moribunda paraestatal petrolera Pemex. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación por gasolina y diesel altos en azufre ocasiona 7 mil muertes en nuestro país al año. Los regímenes autoritarios de Irán y Rusia se sostienen gracias a la adicción gringa a su petróleo. Este consumo rapante de la primera potencia global ha influenciado profundamente el rostro de la geopolítica global. Una de las demandas de los Republicanos para alcanzar un consenso en torno al cambio climático ha sido condicionada a aumentar la explotación petrolera en las costas de EEUU (junto con la ampliación de la energía nuclear). Obama estaba al borde de promover la medida, la crisis del Deepwater Horizon la ha detenido súbitamente. Esto aleja a Estados Unidos de la independencia energética que tanto ambiciona. Una de las condicionantes de alguna posible reforma para atender las emisiones estadounidenses ha caído para priorizar la innegable contingencia. Y nos somete a muchos países del planeta a la maldición de la adicción al petróleo de EEUU.

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