jueves, 1 de julio de 2010

De vuelta a la guerra contra el narco

El asesinato del candidato a la gubernatura de Tamaulipas Rodolfo Torre Cantú y la reacción presidencial que le siguió me recordó profundamente a un artículo que escribí a mediados de marzo titulado La guerra contra el narcotráfico: una reflexión. He decidido que ante la coyuntura algunas de esas palabras deben ser rescatadas del olvido. Espero que ayude a nuestra delirante clase política a salir del trance en el que se ha encontrado y sepa cuáles son sus verdaderos enemigos:

El narcotráfico y la delincuencia organizada son un problema real cuya evolución histórica es demasiado compleja para caer en reduccionismos acusatorios. Esta es la postura que ha adaptado la oposición, en particular y muy gravemente la izquierda. Resulta vital que la izquierda promueva una agenda social para hacer frente a la inseguridad, como programas de educación y empleo para jóvenes en zonas dónde se presenten los índices más altos de sicariato. La actual administración es de derecha y ha hecho algo muy acorde con su naturaleza histórica: el uso de la coerción. Es innegable que es necesario el uso de la fuerza para hacer frente al narcotráfico, pero la condena poco propositiva de la oposición (que no quiere “ensuciarse las manos”) condena a esta guerra a una brutal miopía operativa. Parte de vivir en un sistema democrático es que las corrientes ideológicas tienen la libertad de implementar políticas acordes, lo que sumado a la pluralidad debe traducirse en medidas que ataquen los problemas por diferentes flancos. La fuerza de la derecha resulta vital para atender el problema inmediato, los grupos de traficantes violentos que se dedican al homicidio, a la extorsión y el secuestro. Las medidas progresivas y sociales deberían hacerse presentes para dar soluciones al mediano y largo plazo, las políticas de educación, de apoyo para el empleo y las relacionadas a la lucha contra la disparidad y la exclusión. La oposición en México (más allá de la ideología) tiene una cultura de confrontación dogmática con la fuerza política en el poder, lo que está resultando en un manejo monopólico de la agenda pública. Es irresponsable asumir que, en democracia, las fuerzas políticas pueden abstener su involucramiento en los grandes problemas nacionales. Es una práctica nociva y reprobable.

La guerra contra el narcotráfico no puede seguir así. Debemos responsabilizarnos colectivamente con el problema la sociedad, los gobiernos y los partidos políticos para darle solución. Y eso requiere de una conjunción de medidas que le conciernen a todos los actores y a todos los espectros ideológicos. Este es el único país que tenemos, no hay otro. Y debemos responsabilizarnos con él.

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